Hundida
entre maizales
a doble
filo armados,
arqueada en
el maní
de verdores
rastreros,
andrógina
en tu ropa
de varón y
de hembra
muchacha
campesina,
liviano
panadero.
El rostro se te hizo
a viento y
madrugada,
enero agrió
limones
en tus
mejillas nuevas
y el baile
de tu paso
se endureció
en los zuecos,
como tus
manos palas
dando
vuelta la tierra.
Un pajilla ruinoso
sobre la
mata arisca,
los viejos
pantalones
sobre la
gris pollera,
partida por
el eje
de tus riñones
rotos
y los ojos
caídos
en un lugar
cualquiera.
Muchacha campesina,
verdadera
muchacha,
no la
mentida rosa
del pago o
la calandria,
no la
mentida rosa
del pago o
la calandria.
Promiscua, desclasada
por un
tiempo en hectáreas,
perdida en
un delirio
de
girasoles de oro,
cuando tus
senos alcen
apenas la
camisa
te harán
madre, aunque sigas
siendo niña,
en el fondo.
Aparejada al hombre
en áridas
cosechas,
el amor de
tu cuerpo
se da en
puro contacto
y en la
"fiesta del pobre"
sucederán
los hijos,
los que mañana
mismo*
pueden todo
cambiarlo.
Alfredo
Zitarrosa
* En la
versión del autor se incluye una contravoz que dice "¡Hoy mismo!"
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