viernes, 25 de noviembre de 2022

A Deva



Duro, vivísimo, nocturno, me llega tu recuerdo
parte mi sueño en dos, divisor de mis noches.
¡Clara imagen! Tus cabellos tierna crin de maíz
se columpian sobre tu rostro niño.
Rostro niño,
Niña bruja creciendo en el tiempo
a mi medida.
Ya sólo jugamos en las noches
-en las mías- a la mitad del sueño.
“Este es el juego de los encantados”.
Te toco y me despierto grande,
en una cama grande, sola.
Tu mano me dejó una flor
que busco entre las sábanas,
un pájaro, un talismán.
Lo tengo firme.
Abro la mano, la mía
sólo mi palma sola
la noche barre
llevada por tus brazos
-Alguien te castigó-.
Barres estrellas y monedas de oro.
La noche nocturna se ilumina;
yo no estoy asombrada,
tú eres asombro.
Lejos de mí ya no creces tampoco,
ya no juegas.
Te montas en tu escoba de luz
y viajas a mi sueño,
pájaro incandescente.
Te despiertas.
Mis lágrimas soñadas en tu rostro,
tus lágrimas vivísimas
joyas de sangre sobre el mío
riegan mi almohada,
pequeños ríos que fabricamos juntas
con nuestras cuatro manos
en el tiempo en que cuatro eran dos
y cabían en una sola de mi padre.
Ay, sembradora de fantasmas!
¡Ay, milagrosa!
Ya sólo en sueños me dices tu secreto,
aquel antiguo, el mismo.
Pasan los años y cada vez es más profundo,
pasan hacia adelante diurnos,
retroceden nocturnos
y te reencuentro
en el momento en que interrumpimos el juego
cuando un pájaro iba a salir
de entre tus labios y me despierto
porque este es el juego de los encantados.

 Elena Garro

viernes, 18 de noviembre de 2022

Mariposa, poema



 Ida Vitale en la Feria Internacional del Libro de Montevideo, nov. 2022


En el aire estaba
impreciso, tenue, el poema.
Imprecisa también
llegó la mariposa nocturna,
ni hermosa ni agorera,
a perderse entre biombos de papeles.
La deshilada, débil cinta de palabras
se disipó con ella.
¿Volverán ambas?
Quizás, en un momento de la noche,
cuando ya no quiera escribir
algo más agorero acaso
que esa escondida mariposa
que evita la luz,
                            como las Dichas.


Ida Vitale 

viernes, 11 de noviembre de 2022

Divergencias de sueño

Carl Van Vechten, © Van Vechten Trust. Beinecke Rare Book and Manuscript Library, Yale University

 Alzar mis brazos 

en algún lugar al sol.

Girar y bailar 

hasta que el blanco día acabe.

Entonces descansar en el fresco ocaso

bajo un gran árbol 

mientras la noche tranquila desciende

oscura como yo—

¡Ése es mi sueño!

Abrir mis largos brazos

frente al sol. 

¡Bailar! ¡Girar, Girar! 

hasta que acabe el breve día.

Descansar en la pálida tarde…

bajo un gran árbol…

mientras la blanda noche va cayendo

oscura como yo.


 Langston Hughes

viernes, 4 de noviembre de 2022

Salvaje

 


Bebo del agua limpia y clara del arroyo
y vago por los campos  teniendo por apoyo
un gajo de algarrobo liso, fuerte y pulido
que en sus ramas sostuvo la dulzura de un nido.
 
  Así paso los días, morena y descuidada,
sobre la suave alfombra de la grama aromada,
comiendo de la carne jugosa de las fresas
o en busca de fragantes racimos de frambuesas.
 
  Mi cuerpo está impregnado del aroma ardoroso
de los pastos maduros. Mi cabello asombroso
esparce, al destrenzarlo, olor a sol y a heno,
a salvia, a yerba buena  y a flores de centeno.
 
  ¡Soy libre, sana, alegre, juvenil y morena,
cual si fuera la diosa del trigo y de la avena!
            ¡Soy casta como Diana
y huelo a hierba clara nacida en la mañana!


 Juana de Ibarbourou