viernes, 27 de noviembre de 2020

Sueño


Mi estirpe es un jardín de hojas profundas
que bajaron a besarse en la sombra, con ternura.
Mis antepasados, un elefante
de escandalosa piedra y de roca animal.
-Mi antepasado fue un espacio
enardecido por el peso-.
Mis abuelos paternos fueron robles.
Mis abuelos maternos, dos manzanos.
Mi padre, el último eslabón de la cadena,
me alumbró de un trigal.
Yo dudé ser espiga o mujer.
Lloré de no poder ser mundo,
y me crecieron largos brazos.
Lloré de no poder acostarme
a ser todo, y el surco, generoso,
entró en mi cuerpo.

¡Hace tanto que vengo!
¡Hace tanto que vengo
que todavía no he nacido!
Mi luz es de una estrella
que no ha brillado aún
y mi día es ayer.
Cuando me llaman,
mi nombre tarda siglos en llegar.
Las cabras de mi nombre no me encuentran.
-De silencio es el nombre de todo-.
Busco las manos mías, para darlas.
Para poder andar en el presente
busco mis pies entre los siglos.
Mis pasos todavía no han llegado a mis piernas.
¡Naufrago en tantos ríos
para encontrar mis lágrimas!
Si a veces digo algo,
es sólo una noticia...
¡tanta distancia me separa de la boca,
tantas palabras, de la voz!
Mis ojos, detrás de mí, viajan
entre raíces y animales, apurados,
para que pueda ver cuando me muera.
Mi corazón demora.

Mi cuerpo tiene forma de paciencia
de caracol que espera ante una puerta.
Mi vida es un recuerdo
errante en la memoria de la tierra.
Mi pensamiento aguarda
despertar de su sueño en otro sueño.
Mientras tanto, alcanzadme las cosas
vibrantes del día, vosotros,
hojas de sueño diferentes.
-El día es una carta para mí-.
Vendrá la muerte enérgica
y cederá la puerta.

viernes, 20 de noviembre de 2020

Dicen los cantores



Nosotros vinimos cantando los días
Dejamos el cielo y las restas del aire
Nosotros cantamos las cosas del mundo
Los vivos, los muertos y el hombre y su viaje

La altísima lluvia no sabe su pena
No incluye alegría la roja manzana:
Lloramos nosotros el agua en las nubes
Ponemos la risa después de la rama

No hay sólo silencio en el mismo silencio:
Existe la antigua canción de las horas
Que cantan los tiempos desde antes del fuego
Y vamos diciéndola con nuestra sombra

Nacimos un año sin claros violines
O solamente con el violín del llanto
Y no nos morimos sobre un escenario:
La gente no muere de acuerdo al teatro

Nosotros sangramos, nosotros seguimos
Tocando silencios, silbamos de espanto
Pusimos nosotros sentido en la noche
Y luz en la íntima luz del celdario

Nosotros vinimos cantando los días
Dejamos el cielo y las restas del aire
Nosotros cantamos las cosas del mundo
Los vivos, los muertos y el hombre y su viaje

viernes, 13 de noviembre de 2020

Melancolía

Claro de luna / Edvard Munch

Dijeron que era mala la melancolía.
Oí eso sorprendido porque
siempre me había parecido
disfrutar de aquellos días
en que melancólico había vivido.
Porque estar triste es algo sensible,
digno de ser apreciado
entre tanta vana alegría.
Creí también que andar triste
recogía algo del ser nacional.
Empuñé así mi lanza en ristre,
para rebatir a quienes habían maldecido
a mi pobre melancolía.
Me pregunté qué hacer
con la sensación de pisar las hojas
mojadas del otoño;
dónde reubicar
aquellos emergentes retoños
frutos de las lluvias de estación.
Si es malo estar melancólico,
¿cómo abandonar aquella poesía del liceo:
«Il pleure dans mon coeur
Comme il pleut sur la ville»?
Y aquel río que arrastraba
las duras y flotantes jangadas;
la palidez de los rosados y amarillos
de los atardeceres míos.
Ante tanta duda, comprendí:
si la vida es éxito y dinero,
no hay lugar para la melancolía,
a la hora del atardecer hay que
revisar el monedero;
antes que pisar mojadas hojas,
otro negocio se puede hacer;
¿de qué lluvia tibia en el corazón
habrá que acordarse, si la vida
es un único ventarrón?
De melancolía se puede morir
como aquellos poetas malditos,
pero a ella los vivos deben vencer,
me lo van a repetir.
Lo oiré
mientras camino al río,
al atardecer,
pisando las hojas mojadas,
con esa emoción sin igual.

viernes, 6 de noviembre de 2020

Vida

El cuentito / Petrona Viera
 

Aquí donde la trampa es ley
y el juego de la vida no tiene reglamento
aquí donde me juego a vida o muerte
el corazón a cada instante
aquí sueño
vivo
creo.

Aquí digo alma en el traidor amigo
retrueco amo junto al amante infiel
y escalera real subo y bajo
al abismo del sueño y del milagro
de la pena y la derrota.

Aquí estoy con un póquer de ases
que no ejerzo
desatinando el gran instante
- supremo -
en que la vida
me dé siglos de dicha manifiesta
por cada ilusión
- abatida -
que lloré en secreto.

Aquí estoy y sé
que estrenaré mi juego
recién 
en el gran instante
- supremo -
en que ELLA - oscura y misteriosa
piadosa tal vez e inconcebible -
me cambie de hueso y alma dolorida
en luz
intacta
honda
e intangible.