martes, 28 de junio de 2016

Serenidad


Serenidad, seamos siempre buenos
amigos. Caminemos reposada-
mente. La frente siempre sosegada
y siempre sosegada el alma. Menos

mal que bebí de tus venenos,
inquietud, y no me supiste a nada.
El aire se serena, remansada
música suena de acordes serenos.

No moverán la hoja sostenida
con mis dedos, a contra firmamento
en medio del camino de mi vida.

Vísteme de hermosura el pensamiento,
serenidad, perennemente unida
al árbol de mi vida a contra viento.

Blas de Otero

miércoles, 22 de junio de 2016

Olvido y memoria juntos...


Cuando toco el alma, encuentro
que no es verdad el olvido.
Todo lo que fue una vez
vuelve a aparecerse, vivo.

Pero todo está olvidado
desde antes de haber sido.
Nada de lo que me llega
puedo tomarlo por mío.

El olvido y la memoria
trabajan para lo mismo:
van convirtiendo en palabra
cuanto atraviesa el espíritu.

Se nombra lo que se fue.
El recordar es mi oficio.
Recordar pasado, ahora,
y lo que aún no ha venido.

Se nombra lo que se fue.
El olvidar es mi oficio.
Una niebla de extrañeza
me aleja de lo que digo.

En la palabra se juntan
la memoria y el olvido.
Soy el ajeno a las cosas;
yo, que las nombro, estoy mísero.

El olvido es sólo un agua
que distancia lo vecino.
Ver junto a un acantilado,
intocable, un barco hundido.

Ver siempre el mundo en reflejo,
igual que en un lago limpio,
a cuya orilla los álamos
se desprenden de sí mismos.

Como al fondo de un espejo,
al ir viviendo me miro,
lejano, extraño, difunto,
como recuerdo en un hijo.

Todo lo confundo, todo.
Si en los lóbregos pasillos
del recuerdo torno a verte
a ti, amor, mi amor antiguo,
siento que puedo cantarte
como si estuvieras vivo.

Y si me vuelvo a ti, amiga
cualquiera, nombre perdido,
podría hablar, como si
nos hubiéramos querido.
Puedo contar tus recuerdos
de infancia, aquellos vestidos,
tus muñecas y tus miedos;
todo lo que no me has dicho.

Cuanto he tenido una vez
llevo, sin saber, conmigo
-lo mío va por la sangre
con lo ajeno confundido-,
como guarda el caminante
la presencia del camino
en la luz de la mirada,
en la anchura del respiro
y en una flor diminuta
que ha arrancado, distraído,
y que al entrar a la casa
paternal, en cualquier sitio
pone, para que se vuelva
aire en el aire sabido...

jueves, 16 de junio de 2016

Sobre la patria...


"Sabemos que la patria no es una finca heredada de nuestros abuelos; buena no más para ser defendida a la hora de la invasión extranjera. Sabemos que la patria es algo que se hace constantemente y se conserva sólo por la cultura y el trabajo. El pueblo que la descuida o abandona, la pierde, aunque sepa morir. Sabemos que no es patria el suelo que se pisa, sino el suelo que se labra; que no basta vivir sobre él, sino para él; que allí donde no existe huella del esfuerzo humano no hay patria, ni siquiera región, sino una tierra estéril que tanto puede ser nuestra como de los buitres o de las águilas que sobre ella se ciernen.
¿Llamaréis patria a los calcáreos montes, hoy desnudos y antaño cubiertos de espesos bosques, que rodean esta vieja y noble ciudad? Eso es un pedazo del planeta por donde los hombres han pasado, no para hacer patria, sino para deshacerla. No sois patriotas pensando que algún día sabréis morir para defender esos pelados cascotes; lo seréis acudiendo con el árbol o con la semilla, con la reja del arado o con el pico del minero a esos parajes sombríos y desolados donde la patria está por hacer."

Fragmento de "Nuestro patriotismo y la Marcha de Cádiz

viernes, 10 de junio de 2016

Un patio

Fotografía de Sara Facio

Con la tarde
se cansaron los dos o tres colores del patio.
Esta noche, la luna, el claro círculo,
no domina su espacio.
Patio, cielo encauzado.
El patio es el declive
por el cual se derrama el cielo en la casa.
Serena,
la eternidad espera en la encrucijada de estrellas.
Grato es vivir en la amistad oscura
de un zaguán, de una parra y de un aljibe.

Jorge Luis Borges
agosto 1899 - junio 1986

lunes, 6 de junio de 2016

Veleta


Federico García Lorca en su escritorio, en 1935. Imagen: Eduardo Blanco Amor.
Viento del Sur,
moreno, ardiente,
llegas sobre mi carne,
trayéndome semilla
de brillantes
miradas, empapado
de azahares.

Pones roja la luna
y sollozantes
los álamos cautivos, pero vienes
¡demasiado tarde!
¡Ya he enrollado la noche de mi cuento
en el estante!

Sin ningún viento,
¡hazme caso!,
gira, corazón;
gira, corazón.

Aire del Norte,
¡oso blanco del viento!
Llegas sobre mi carne
tembloroso de auroras
boreales,
con tu capa de espectros
capitanes,
y riéndote a gritos
del Dante.
¡Oh pulidor de estrellas!
Pero vienes
demasiado tarde.
Mi almario está musgoso
y he perdido la llave.

Sin ningún viento,
¡hazme caso!,
gira, corazón;
gira, corazón.

Brisas, gnomos y vientos
de ninguna parte.
Mosquitos de la rosa
de pétalos pirámides.
Alisios destetados
entre los rudos árboles,
flautas en la tormenta,
¡dejadme!
Tiene recias cadenas
mi recuerdo,
y está cautiva el ave
que dibuja con trinos
la tarde.

Las cosas que se van no vuelven nunca,
todo el mundo lo sabe,
y entre el claro gentío de los vientos
es inútil quejarse.
¿Verdad, chopo, maestro de la brisa?
¡Es inútil quejarse!

Sin ningún viento.
¡hazme caso!
gira, corazón;
gira, corazón.