viernes, 27 de septiembre de 2019

Momentos


Líber Falco y Dilia Fernández en Piriápolis
               I


Canta tu canto
liso y llano.
Canta tu caracol de mar
junto al oído.
Canta tu amor, tu desamor
y olvido.




                       II



Hoy domingo de mañana,
cielo, sol,
vuelan campanas,
vuela mi corazón
en la mañana.




                      III



Con esto tan poco
que te han dado,
sé feliz.
Oh! desgraciado.




                      IV



Era la soledad
y una mar y un cielo,
un irse abajo, arriba,
un viento sin caminos.
Era la soledad y un mar y un cielo,
debatiéndoes.




                       V



Niña -pájaro- asustado
¿qué cosa golpeaba tu corazón,
que una tarde de julio o júbilo
sentí en mi mano?
La poesía, dije,
el amor...
Niña -pájaro- asustado
¿qué cosa golpeaba tu corazón?




                      VI



Amigo,
después de todo y tanto,
bien está todo como está.
Id como hasta ahora,
apenas triste, y solo
con tu canto.




                     VII



Con verde lengua
y labios de alba espuma,
ríe el mar sobre la playa.
Y sin embargo,
cuántos muertos guarda!




                    VIII



Despierto en la alta noche
los gallos cantan,
y un aire inocente
baña a la tierra.
Es triste y no es triste
sentir entonces, que todo acaba
o que de nuevo empieza.

jueves, 19 de septiembre de 2019

De alguna manera...


De alguna manera
tendré que olvidarte,
por mucho que quiera
no es fácil, ya sabes,
me faltan las fuerzas,
ha sido muy tarde,
y nada más, y nada más,
apenas nada más.

Las noches te acercan
y enredas el aire,
mis labios se secan
e intento besarte,
qué fría es la cera
de un beso de nadie
y nada más, y nada más,
apenas nada más.

Las horas de piedra
parecen cansarse
y el tiempo se peina
con gesto de amante,
de alguna manera
tendré que olvidarte
y nada más, y nada más,
apenas nada más.

viernes, 13 de septiembre de 2019

A la izquierda del roble

Jardín Botánico de Montevideo

... No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero el Jardín Botánico es un parque dormido
que sólo despierta con la lluvia. 
Ahora la última nube ha resuelto quedarse
y nos está mojando como alegres mendigos.
El secreto está en correr con precauciones
a fin de no matar ningún escarabajo
y no pisar los hongos que aprovechan 
para nadar desesperadamente. 
Sin prevenciones me doy vuelta y siguen
eternos y escondidos en la lluvia 
diciéndose quién sabe qué silencios. 
No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero cuando la lluvia cae sobre el Botánico
aquí se quedan sólo los fantasmas. 
Ustedes pueden irse.
Yo me quedo.

viernes, 6 de septiembre de 2019

Preámbulo a un silencio


Porque se tiene conciencia de la inutilidad de tantas cosas
a veces uno se sienta tranquilamente a la sombra de un árbol —en verano—
y se calla.
(¿Dije tranquilamente?: falso, falso:
uno se sienta inquieto haciendo extraños gestos,
pisoteando las hojas abatidas
por la furia de un otoño sombrío,
destrozando con los dedos el cartón inocente de una caja de fósforos,
mordiendo injustamente las uñas de esos dedos,
escupiendo en los charcos invernales,
golpeando con el puño cerrado la piel rugosa de las casas que permanecen indiferentes al paso de la primavera,
una primavera urbana que asoma con timidez los flecos de sus cabellos verdes allá arriba,
detrás del zinc oscuro de los canalones,
levemente arraigada a la materia efímera de las tejas a punto de ser polvo.)
Eso es cierto, tan cierto
como que tengo un nombre con alas celestiales,
arcangélico nombre que a nada corresponde:
Ángel,
me dicen,
y yo me levanto
disciplinado y recto
con las alas mordidas
—quiero decir: las uñas—
y sonrío y me callo porque, en último extremo,
uno tiene conciencia
de la inutilidad de todas las palabras.