jueves, 30 de julio de 2020

Autobiografía


Gloria Fuertes nació en Madrid

a los dos días de edad,

pues fue muy laborioso el parto de mi madre

que si se descuida muere por vivirme.

A los tres años ya sabía leer

y a los seis ya sabía mis labores.

Yo era buena y delgada,

alta y algo enferma.

A los nueve años me pilló un carro

y a los catorce me pilló la guerra;

A los quince se murió mi madre, se fue cuando más falta me hacía.

Aprendí a regatear en las tiendas

y a ir a los pueblos por zanahorias.

Por entonces empecé con los amores,

-no digo nombres-,

gracias a eso, pude sobrellevar

mi juventud de barrio.

Quise ir a la guerra, para pararla,

pero me detuvieron a mitad del camino.

Luego me salió una oficina,

donde trabajo como si fuera tonta,

-pero Dios y el botones saben que no lo soy-.

Escribo por las noches

y voy al campo mucho.

Todos los míos han muerto hace años

y estoy más sola que yo misma.

He publicado versos en todos los calendarios,

escribo en un periódico de niños,

y quiero comprarme a plazos una flor natural

como las que le dan a Pemán algunas veces.


Gloria Fuertes

jueves, 23 de julio de 2020

De Corrales a Tranqueras

Paisaje de Rivera / Washington Bruno

De Corrales a Tranqueras,
cuántas leguas quedarán,
dicen que son once leguas,
nunca las pude contar.

Las hice con agua y viento,
escarcha de luna y sol,
pero entonces no contaba,
porque iba rumbo al amor.

Entonces todo era canto:
agua, tierra, viento y sol;
entonces todo cantaba,
porque iba cantando yo.

Mi flete era parejero,
mis años, de domador,
y los caminos cortitos
pa'l trote del corazón.

Camino de mis recuerdos,
tierra roja y pedregal,
bordea'o de cerros parejos
que se empinan al pasar.

Vigilante, Miriñaque,
cerros de mi soledad,
repecha'os por mis cantares,
sombras de toro y chilcal.

Hoy, que me duele la vida,
cansa'o de tanto changar,
balda'o por los redomones
ya no las puedo contar.

Y quebra'o por una pena,
pregunto a mi soledad:
De Corrales a Tranqueras,
¿cuántas leguas quedarán?

viernes, 17 de julio de 2020

Poema 12


Para mi corazón basta tu pecho,
para tu libertad bastan mis alas.
Desde mi boca llegará hasta el cielo
lo que estaba dormido sobre tu alma.
Es en ti la ilusión de cada día.

Llegas como el rocío a las corolas.
Socavas el horizonte con tu ausencia.
Eternamente en fuga como la ola.
He dicho que cantabas en el viento

como los pinos y como los mástiles.
Como ellos eres alta y taciturna.
Y entristeces de pronto, como un viaje.
Acogedora como un viejo camino.

Te pueblan ecos y voces nostálgicas.
Yo desperté y a veces emigran y huyen
pájaros que dormían en tu alma.


viernes, 10 de julio de 2020

Pronto se irá el invierno


Pronto se irá el invierno. Como un mar retirándose
al bajar la marea,
deja esas suaves islas, finas, lisas, lavadas,
-estos días livianos, fríos, como de arena.
Y me acuerdo de ti. Así, de arena húmeda
que el agua ha de golpear y ha de aventar el aire,
así, de arena fría, volandera, liviana,
nuestros días, cristales
quebradizos, piedritas costaneras,
arena, arena, arena,
horas de arena suelta,
días barridos, frágiles.
Y me acuerdo de ti. Pronto se irá el invierno.
Vendrán, derrochadores de luz, días azules,
blanqueará nuestro almendro.
(Ya tiene la retama
dos flores amarillas)
Qué injusto, qué vergüenza,
de estos ojos bebiendo los colores, los días
que tus ojos no vieron!

viernes, 3 de julio de 2020

Entre la dicha y la tiniebla


Como quien toca con un dedo
la punta fría del agua,
mareándose de sólo
su transparencia demasiada,
me he puesto yo a mirar
el no ser infinito que me aguarda.
Los soldados de plomo
están apenas en su caja
y entre la dicha y la tiniebla
no queda sino el filo de la lámpara.
Qué poco todo, mi amor,
y cómo es corta la esperanza,
cuando venimos a verla
ya se nos acaba
y están los hijos corriendo
más allá de la mañana.
Pienso en la tialola
de alguna familia egipcia o franca
y en el sabor de sus pasteles
que ya no saben más a nada,
y entonces nuestras bromas
van y se me atragantan
mirando que algún día
tendrá otro que inventárnoslas.
Contemporáneo de los Césares
y de Moisés y la Pequeña Juana
y de abolidos albañiles
colgados como arañas
sobre la piedra de los siglos,
sobre su cara mala,
todo el pesar del tiempo
me va a caer sobre la cara.
Como quien toca estremeciéndose
la punta fría del agua,
miro la noche tanto
más grande que mi casa,
la noche tanto más enorme
que toda la Vía Láctea,
y abajo mi conciencia
como una vela en una iglesia abandonada.
Qué poco todo, qué poco,
para tanta sombra
—tanta.