miércoles, 27 de noviembre de 2013

El alma tenías...



El alma tenías
tan clara y abierta,
que yo nunca pude
entrarme en tu alma.
Busqué los atajos
angostos, los pasos
altos y difíciles...
A tu alma se iba
por caminos anchos.
Preparé alta escala
-soñaba altos muros
guardándote el alma-,
pero el alma tuya
estaba sin guarda
de tapial ni cerca.
Te busqué la puerta
estrecha del alma,
pero no tenía,
de franca que era,
entrada tu alma.
¿En dónde empezaba?
¿acababa, en dónde?
Me quedé por siempre
sentado en las vagas
lindes de tu alma.

Pedro Salinas
noviembre 1891 - diciembre 1951

lunes, 25 de noviembre de 2013

A las tres de la tarde


A las tres de la tarde le anocheció de golpe.
Se le voló la luz, el piso, las agujas
del tejido, la lana verde, el cielo.
Ves qué fácil, qué fácil:
un golpecito, un hilo
que se parte en silencio
a las tres de la tarde.

Y después ya no hay más. De nada vale
ahogarse en llanto, no entender, tratar
de despertarse.
Muerte, de pie, la muerte
altísima, de pie, sola, parada
sobre mayo deshecho.

Circe Maia
Poeta uruguaya nacida en 1932

jueves, 21 de noviembre de 2013

Pida patrón

Pida patrón, no es un canto
Pida patrón es un grito
Dolor simplemente escrito
Que pudo bien ser un llanto.
Rabia , pasión , desencanto
Sangrante rima que hallo
Cruda sentencia que fallo
Para el que pobre o no pobre
Por un puñado de cobres
Condene a muerte a un caballo.

Pida patrón lo que quiera
Pida el galope mas grande
Pida el aliento mas largo
Pero no venda mi carne.
Pida que nade los ríos
Que cruce todos los valles
Que me deshaga en la sierra
Pero no venda mi carne.

Pida que embista en mi pecho
Las lanzas que embistió antes
Pida que vuele en pedazos
Bajo el rugir del combate
Pida que enriede en mis crines
La muerte que anda en el aire.

Pida que caiga envarado
Ahogando el relincho en sangre
Pida que agote mis fuerzas
Cuando en la paz cinche y are
Para trillar los veranos
Maduros en los trigales
Pida que seque las ubres
De las yeguadas que paren
Aunque apure los potrillos
Y así los cristianos mamen.

Pídame bota de potro
Que por mi muerte le nacen
Para salvar en la muerte
La tradición del gauchaje
Pida todo lo que quiera
Del escudo desterrarme
Cinchar las cosas mas pobres
Basta que cien orientales
Sufrir sórdido desdén
Pero no venda mi carne.

Olvide que hice la patria
En mi lomo con los grandes
Pida todo lo que quiera
Pero no venda mi carne.

Santiago Chalar y Santos Inzaurralde

lunes, 18 de noviembre de 2013

Te he hecho a la medida de mi soledad...



Solamente deseo amarte
Una tempestad llena el valle
Un solo pez el río

Te he hecho
A la medida de mi soledad
Todo el mundo para esconderse
Días y noches para comprenderse

Para contemplar en tus ojos
Todo lo que pienso de ti
Y de un mundo hecho a tu imagen

Y las noches y los días gobernados por tus párpados.

(Saint-Denis, 14 de diciembre de 1895 - 18 de noviembre de 1952)

jueves, 14 de noviembre de 2013

Nieblas y neblinas

Como hoy no cumplo años
pero igual me llora el día,
se aparece aquella historia
con su lenta disciplina.
Iba aquel que ya no soy
entre nieblas y neblinas,
con un carro en lo temprano,
y un estruendo de gallinas.

Era un pueblo, era un lugar
de autobuses fallecidos
donde había la pureza 
implacable del olvido.
Hubo un mi padre y mi madre,
hubo la casa amarilla,
allí mi hermana y mi Paula,
y un anís de enfermería.

Altavoces alejados
soplando música fría
de violines mexicanos 
y palabras como avispas,
matinés que yo soñaba 
tras verdores de gomina,
y la tarde en tarde plana
a Rin-Tin-Tín oliendo a misa.

Y aquel circo abigotado,
soledades cenicientas,
funerales de faquir,
peligrosa nochebuena.
Era un pueblo, era una especie
de lugar en el camino,
algún sitio entre las piedras,
con aires de pasadizo.

Payaso fotografiado,
viejísimos carnavales,
acordeones,
acordeones, arcángeles y detalles,
bajo un cielo demorado, 
con algo de viernes santo,
anochecía en las puertas 
con renuncias y presagios.

Era algo como un sitio,
un paraje, es un hospicio,
existiendo al otro lado
de lo empañado de un vidrio...

Eduardo Darnauchans
15 de noviembre de 1953 - 7 de marzo de 2007

lunes, 11 de noviembre de 2013

La lluvia te trae a mi pensamiento




No quisiera que lloviera
te lo juro
que lloviera en esta ciudad
sin ti
y escuchar los ruidos del agua
al bajar
y pensar que allí donde estás viviendo
sin mí
llueve sobre la misma ciudad
Quizá tengas el cabello mojado
el teléfono a mano
que no usas
para llamarme
para decirme
esta noche te amo
me inundan los recuerdos de ti
discúlpame,
la literatura me mató
pero te le parecías tanto.

"Diáspora" 1976

(Montevideo, 12 de noviembre de 1941)

jueves, 7 de noviembre de 2013

Cartas de un flojo


Querido amigo:
Tienes razón. Pero es solamente ante las majestades de la patria y del coraje que son ustedes solidarios y se respetan.
...Te declaro con toda franqueza que quisiera ser más optimista acerca de la suerte de ese país; pero no puedo, no puedo ver de color de rosa lo que se está poniendo de un gris muy oscuro. Creo que tengan ustedes las bellas condiciones de que me hablas,  pero nada más positivo espero de ellas, desde que veo esa intelectualidad joven quemándose la cejas sobre amarillos mamotretos, empeñadas en desentrañar enseñanzas de las epopeyas de nuestra raquítica existencia americana, en vez de ocuparse de los hermosos problemas científicos que agitan las mentalidades contemporáneas, agrupada en pos de las tibias resecas del primer gaucho clásico que se les ocurre héroe, enarboladas a guisa de ideal, o de las piltrafas vivas de cualquier pseudo caudillo, tropero de pasiones, en lugar de estar con los que desde ahora trazan rumbos sobre el porvenir, desperdiciando en una subordinación lamentable de lo que vale a la insignificancia, toda su exuberante vitalidad!
No creo en ustedes, patriotas, guapos y politiqueros.
Tuyo.

Florencio Sánchez

Fragmento de Cartas de un flojo, año 1900

martes, 5 de noviembre de 2013

Te quiero


Te lo he dicho con el viento
jugueteando tal un animalillo en la arena
o iracundo como órgano tempestuoso;

te lo he dicho con el sol,
que dora desnudos cuerpos juveniles
y sonríe en todas las cosas inocentes;

te lo he dicho con las nubes,
frentes melancólicas que sostienen el cielo,
tristezas fugitivas;

te lo he dicho con las plantas,
leves caricias transparentes
que se cubren de rubor repentino;

te lo he dicho con el agua,
vida luminosa que vela un fondo de sombra;
te lo he dicho con el miedo,

te lo he dicho con la alegría,
con el hastío, con las terribles palabras.
Pero así no me basta;
más allá de la vida
quiero decírtelo con la muerte,
más allá del amor
quiero decírtelo con el olvido.

setiembre 1902 - noviembre 1963

viernes, 1 de noviembre de 2013

Lluvia


La lluvia tiene un vago secreto de ternura,
algo de soñolencia resignada y amable,
una música humilde se despierta con ella
que hace vibrar el alma dormida del paisaje.

Es un besar azul que recibe la Tierra,
el mito primitivo que vuelve a realizarse.
El contacto ya frío de cielo y tierra viejos
con una mansedumbre de atardecer constante.

Es la aurora del fruto. La que nos trae las flores
y nos unge de espíritu santo de los mares.
La que derrama vida sobre las sementeras
y en el alma tristeza de lo que no se sabe.

La nostalgia terrible de una vida perdida,
el fatal sentimiento de haber nacido tarde,
o la ilusión inquieta de un mañana imposible
con la inquietud cercana del color de la carne.

El amor se despierta en el gris de su ritmo,
nuestro cielo interior tiene un triunfo de sangre,
pero nuestro optimismo se convierte en tristeza
al contemplar las gotas muertas en los cristales.

Y son las gotas: ojos de infinito que miran
al infinito blanco que les sirvió de madre.

Cada gota de lluvia tiembla en el cristal turbio
y le dejan divinas heridas de diamante.
Son poetas del agua que han visto y que meditan
lo que la muchedumbre de los ríos no sabe.

¡Oh lluvia silenciosa, sin tormentas ni vientos,
lluvia mansa y serena de esquila y luz suave,
lluvia buena y pacífica que eres la verdadera,
la que llorosa y triste sobre las cosas caes!

¡Oh lluvia franciscana que llevas a tus gotas
almas de fuentes claras y humildes manantiales!
Cuando sobre los campos desciendes lentamente
las rosas de mi pecho con tus sonidos abres.

El canto primitivo que dices al silencio
y la historia sonora que cuentas al ramaje
los comenta llorando mi corazón desierto
en un negro y profundo pentagrama sin clave.

Mi alma tiene tristeza de la lluvia serena,
tristeza resignada de cosa irrealizable,
tengo en el horizonte un lucero encendido
y el corazón me impide que corra a contemplarte.

¡Oh lluvia silenciosa que los árboles aman
y eres sobre el piano dulzura emocionante;
das al alma las mismas nieblas y resonancias
que pones en el alma dormida del paisaje!

Federico García Lorca