viernes, 4 de agosto de 2023

El huésped

 

Mírame, soy mi huésped. El más oscuro
paseante de mi sombra. El carcelero
de su indumentaria. Mírame, soy mi huésped.

Soy el hueso sin flor. Mírame.
Pude ser árbol, cielo, el mar más arrogante,
y he quedado sin mí. Soy el hueso sin flor.

Avéntame a la luz de tu memoria,
dame el celeste pétalo.
El olvido es mi lecho y mi creciente.

Se inclina el que era erguido, en su desmayo.
Aquel cercado por los fuegos
quebró su espejo.

Mírame en el canto, obediente al desencanto.
Soy mi huésped, el más oscuro
viajero que me sigue.

                          II

Ruiseñores perdí, de verdes cantos
en el crespo rocío.
Ruiseñores perdí.

El tiempo de la lágrima, la posesión del valle,
se me fue con el alba.

Insepultas memorias me muerden
los corderos del llanto, 

Ruiseñores perdí, de verdes cantos
en el crespo rocío.
Ruiseñores perdí.

                         III

En qué mortales lechos el olvido se extiende;
qué céspedes perdieron el verdor de las islas.
Corporales relámpagos de cuerpos consumidos,
quiebran lagos azules en los valles del éxtasis.

Con sueños de ebrios ríos la dicha se hizo larga.
La dicha se hizo larga. Mi cuerpo era una lámpara.

                          IV

Yo soy el que te nombra mar, montaña;
Yo soy el que te ansía, azul profundo;
yo soy el que te pierde en las palabras,
diván de almendro,
césped de la lumbre con alas.

Yo soy quien te recuerda, puente
para la travesía de los sueños
entre los ríos de las nubes.

Yo soy el que te olvida sin relojes,
el que te llora en el viento, y te alza
sin montaña, y te ahoga sin mar.
Yo soy aquel que desconoces cuando pasas.

 

               Juvenal Ortiz Saralegui

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