viernes, 8 de julio de 2022

Vacaciones de invierno

Caricatura de Julián Muguía / Jaime Clara

Ya en el viaje de ida, insensiblemente y sin que los dos se dieran cuenta, los papeles se fueron invirtiendo.
Ahora era Antonio el que preguntaba y Luis el que explicaba y enseñaba. 
Antonio empezó a descubrir un mundo nuevo y a valorar la importancia de las pequeñas cosas. Cuando el ómnibus dejó la ruta principal y entró en una carretera secundaria, Luis le fue mostrando los campos y las casas de la gente que conocía. 
-¿Y aquella allá en lo alto? 
-Es una vieja tapera. La llaman "La tapera del Inglés". 
-¿Hay ingleses por acá? 
-No. Hubo uno en el siglo pasado.
Cuando se bajaron en Cañada Seca, la familia en pleno los estaba esperando: el padre, la madre y la hermanita de Luis, que tenía nueve años. 
El pueblo era brevísimo. Una calle larga, de ocho o diez cuadras, cruzada por otras tantas transversales, que a cincuenta metros empezaban a diluirse y a cien ya se volvían otra vez campo. Algunos comercios, una escuela, una capilla. 
-¿Por qué se llama Cañada Seca?
-¿Ves allí – le dijo el padre -, que hay como un cañadón, como una zanja grande? En el siglo pasado eso era una cañada, pero en unas crecientes muy grandes el agua cortó otro cauce un quilómetro más allá y éste quedó seco. Por eso el nombre. 
El ómnibus volvió a arrancar y siguió su camino...

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