viernes, 7 de junio de 2019

Otoño

Calle / Miguel Da Vita

Aquella tarde de otoño era dorada
Árboles y casas tras un tul amarillento
Las copas calmas, el cielo tenue, el sol más lento.
Sus ojos sonreían, estaba enamorada.
Caminábamos los dos la hora encantada
En que el farol garúa su primer aliento
Cuando salta a su paso un presentimiento:
"Dios mío", dice, "¡que nunca pase nada!".
"¿Qué puede pasar? Nada. Nada va a pasar"
"No sé. es que todo esto es tan hermoso".
Nos besamos con miedo y volvimos a andar
Pero tanto silencio se nos hizo penoso.
Entonces eligió hojitas secas para pisar
Y el juego volvió el dorado más luminoso.

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