viernes, 22 de agosto de 2014


Que otros se jacten de las páginas que han escrito; 
a mí me enorgullecen las que he leído. 
No habré sido un filólogo, 
no habré inquirido las declinaciones, los modos, la laboriosa mutación de las letras, 
la de que se endurece en te, 
la equivalencia de la ge y de la ka, 
pero a lo largo de mis años he profesado 
la pasión del lenguaje. 
Mis noches están llenas de Virgilio; 
haber sabido y haber olvidado el latín 
es una posesión, porque el olvido 
es una de las formas de la memoria, su vago sótano, 
la otra cara secreta de la moneda. 
Cuando en mis ojos se borraron 
las vanas apariencias queridas, 
los rostros y la página, 
me di al estudio del lenguaje de hierro 
que usaron mis mayores para cantar 
espadas y soledades, 
y ahora, a través de siete siglos, 
desde la Última Thule, 
tu voz me llega, Snorri Sturluson. 
El joven, ante el libro, se impone una disciplina precisa 
y lo hace en pos de un conocimiento preciso; 
a mis años, toda empresa es una aventura 
que linda con la noche. 
No acabaré de descifrar las antiguas lenguas del Norte, 
no hundiré las manos ansiosas en el oro de Sigurd; 
la tarea que emprendo es ilimitada 
y ha de acompañarme hasta el fin, 
no menos misteriosa que el universo 
y que yo, el aprendiz.

agosto 1899 - junio 1986

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