Redes

viernes, 31 de octubre de 2025

Eterna sombra

Miguel Hernández por Antoni Miró, 2012

Yo que creí que la luz era mía
precipitado en la sombra me veo.
Ascua solar, sideral alegría
ígnea de espuma, de luz, de deseo.

Sangre ligera, redonda, granada:
raudo anhelar sin perfil ni penumbra.
Fuera, la luz en la luz sepultada.
Siento que sólo la sombra me alumbra.

Sólo la sombra. Sin astro. Sin cielo.
Seres. Volúmenes. Cuerpos tangibles
dentro del aire que no tiene vuelo,
dentro del árbol de los imposibles.

Cárdenos ceños, pasiones de luto.
Dientes sedientos de ser colorados.
Oscuridad del rencor absoluto.
Cuerpos lo mismo que pozos cegados.

Falta el espacio. Se ha hundido la risa.
Ya no es posible lanzarse a la altura.
El corazón quiere ser más de prisa
fuerza que ensancha la estrecha negrura.

Carne sin norte que va en oleada
hacia la noche siniestra, baldía.
¿Quién es el rayo de sol que la invada?
Busco. No encuentro ni rastro del día.

Sólo el fulgor de los puños cerrados,
el resplandor de los dientes que acechan.
Dientes y puños de todos los lados.
Más que las manos, los montes se estrechan.

Turbia es la lucha sin sed de mañana.
¡Qué lejanía de opacos latidos!
Soy una cárcel con una ventana
ante una gran soledad de rugidos.

Soy una abierta ventana que escucha.
por donde va tenebrosa la vida.
Pero hay un rayo de sol en la lucha
que siempre deja la sombra vencida.

 

Miguel Hernández

viernes, 24 de octubre de 2025

No me pidan razones



No me pidan razones, no las tengo,
O daré cuantas quieran: bien sabemos
Que razones son palabras, todas nacen
De las mansas falsedades que aprendemos.

No me pidan razones para entender
La marea rebelde que me llena el pecho.
Mal en este mundo, mal con esta ley:
No hice yo la ley ni el mundo acepto.

No me pidan razones, o que las disculpe,
De este modo de amar y destruir:
En la más oscura noche es donde amanece
El color de primavera, el porvenir.

José Saramago

viernes, 17 de octubre de 2025

A cántaros



Tú y yo muchacha estamos hechos de nubes
pero ¿quién nos ata?
Dame la mano y vamos a sentarnos
bajo cualquier estatua
que es tiempo de vivir y de soñar y de creer
que tiene que llover
a cántaros.
Estamos amasados con libertad, muchacha,
pero ¿quién nos ata?
Ten tu barro dispuesto, elegido tu sitio
preparada tu marcha.
Hay que doler de la vida hasta creer
que tiene que llover
a cántaros.
Ellos seguirán dormidos
en sus cuentas corrientes de seguridad.
Planearán vender la vida y la muerte y la paz.
¿Le pongo diez metros, en cómodos plazos, de felicidad?
Pero tú y yo sabemos que hay señales que anuncian
que la siesta se acaba
y que una lluvia fuerte sin bioenzimas, claro,
limpiará nuestra casa.
Hay que doler de la vida hasta creer
que tiene que llover
a cántaros.

Pablo Guerrero

viernes, 10 de octubre de 2025

La isla


  A Jorge Salerno

Un círculo de odio y de basura
cerca la isla donde
en vos se muere una vez más el hombre
entero y puro
y solo
y mira y deja y hace que te mueras
mientras cada vez menos latiendo
la corta dulce vida que se escapa
la tibia vida que se bebe el suelo.
Un pobre sucio triste río de odio
te rodea y te deja morir solo.
Pero no
pero tú no te estás muriendo solo
los otros él tú
los muertos solos
arropados de amor de pena están
muriéndose en nosotros para siempre.

Idea Vilariño

viernes, 3 de octubre de 2025

La leyenda de la flor de ceibo



Me lo dijo un indio viejo y medio brujo;
que se santiguaba y adoraba al sol:
los ceibos del tiempo en que yo era niño
no lucían flores rojas como hoy.
Pero, una mañana sucedió el milagro
-es algo tan bello que cuesta creer-
con la aurora vimos el ceibal de grana,
cual si por dos lados fuera a amanecer.
Y era que la moza más linda del pago,
esperando al novio, toda la velada,
por entretenerse se había pasado
la hoja de un ceibo por entre los labios.
Entonces los ceibos, como por encanto,
se fueron tiñendo de rojo color...
Tal lo que me dijo aquel indio viejo
que se santiguaba y adoraba al sol.

Fernán Silva Valdés