La última, precisamente la última,
era de un brillante amarillo que aún me deslumbra.
Era como si el sol no pudiera dejar de llorar sobre las piedras...
Tan amarilla era, y volaba ligera hacia lo alto
Seguramente quería despedirse del mundo, con un beso.
Hace siete semanas que vivo encerrado en este gueto,
al lado de mi gente, y las flores me llaman,
y la rama blanca del castaño del patio.
Pero ya no he vuelto a ver más mariposas.
Aquella fue la última mariposa que yo vi.
Aquí, en el gueto, las mariposas ya no saben, no pueden volar.
La última mariposa…
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