Oye, hermano, te llamo desde un muro;
clavado entre unas piedras
donde las sombras hacen su nidada.
Hablo desde la pena.
Entre los huesos mismos del dolor te llamo.
Mi voz, como esas hierbas
que en la ranura de una roca crecen,
se ha mantenido pura!
no escupió a su bandera,
ni doblegó sus hombros,
ni ha mentido canciones,
ni se pasó al oscuro.
Veinte veces cruzó la primavera,
y mis alas a un cepo atrapadas,
y el ardor de mi sangre entre cadenas.
¡Pero hoy mi voz —sin llanto— te reclama!
mi lengua es una herida que flamea,
como un pájaro ardiendo en tu ventana.
Ni un día más, amigo. No consientas
este tropel de muros obcecados;
tanta luz sin salida, tanta puerta
cerrada ante mis ojos.
Mi corazón te espera,
aguarda tu palabra y en los muros,
como un río apresado, se golpea.
clavado entre unas piedras
donde las sombras hacen su nidada.
Hablo desde la pena.
Entre los huesos mismos del dolor te llamo.
Mi voz, como esas hierbas
que en la ranura de una roca crecen,
se ha mantenido pura!
no escupió a su bandera,
ni doblegó sus hombros,
ni ha mentido canciones,
ni se pasó al oscuro.
Veinte veces cruzó la primavera,
y mis alas a un cepo atrapadas,
y el ardor de mi sangre entre cadenas.
¡Pero hoy mi voz —sin llanto— te reclama!
mi lengua es una herida que flamea,
como un pájaro ardiendo en tu ventana.
Ni un día más, amigo. No consientas
este tropel de muros obcecados;
tanta luz sin salida, tanta puerta
cerrada ante mis ojos.
Mi corazón te espera,
aguarda tu palabra y en los muros,
como un río apresado, se golpea.
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