viernes, 19 de abril de 2024

Soneto 29



A veces en desgracia, ante el oro y los hombres,
lloro mi soledad y mi triste abandono
y turbo el sordo cielo, con mi estéril lamento
y viéndome a mí mismo, maldigo mi destino.

Envidio al semejante más rico de esperanzas
y sus bellas facciones y sus buenos amigos.
Envidio a este el talento y al otro su poder
y con lo que más gozo, no me siento contento.

Ante estos pensamientos yo mismo me desprecio.
Felizmente te evoco y entonces mi Natura, 
como la alondra al alba, cantando toma altura,
para entonar sus himnos a las puertas del Cielo.

Me da sólo evocarte, dulce amor, tal riqueza,
que entonces, ya no cambio, mi estado por un reino.

William Shakespeare

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