Adiós la casa blanca que albergó un año entero
entre sus cuatro muros el amor verdadero.
Adiós campos extensos, polvorientos caminos.
Adiós los pobres ranchos de los pobres vecinos.
Adiós los trigos de oro, adiós verdes maizales,
las refinadas hierbas, los bravos pajonales...
Adiós toros y vacas, adiós caballos, yeguas...
El tren nos va a llevar a muchísimas leguas.
Sé que soy un ingrato, casa mía, al dejarte.
La paz que hube en tu seno no la habré en otra parte.
Más regalada mesa no la tendré en mi vida,
ni en noche más oscura la cama más mullida.
En vano me sonríe, tímida, la Esperanza.
La angustia que me oprime, ¡oh, casa!, es tu venganza.
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