¡Cómo eras de blanco, arroyuelo mío,
Cómo eras de blanco, de suave y de frío!
En la edad aquella ahora tan lejana
Pasabas cantando junto a mi ventana.
Era transparente
Tu suave corriente.
Se veía en tu fondo, como en un espejo
Andar lentamente los negros cangrejos
Y en algunas partes eras tan delgado
Que de un solo paso se iba al otro lado.
¡Parecías contento
Reír con el viento!
Siempre ibas sereno en tu marcha lenta
Y no te erizaba ni aún la tormenta
Y los viejos sauces haciendo un regazo
Trenzaban sus ramas como en un abrazo
Y estabas sereno
Como un hombre bueno.
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