Yo llevo entre mi espíritu encendida
la hermosa luz del entusiasmo ardiente;
amo la libertad más que la vida
y no nací para doblar la frente,
Por eso estoy aquí de altivo y fuerte,
tu fallo espero con serena calma,
porque si puedes decretar mi suerte,
nunca podrás envilecerme el alma.
Hiere, yo tengo en la prisión impía
la honradez de mi nombre por consuelo.
¿Qué me importa no ver la luz del día
si tengo en mi conciencia la luz del Cielo?
¿Qué importa que entre muros y cerrojos
la luz del sol, la libertad me veles,
si ven celeste claridad mis ojos?...
Lauaxeta
agosto 1905 - junio 1937
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