viernes, 25 de junio de 2010

Principito de amor

- Adiós —dijo el zorro—. He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos.

—Lo esencial es invisible para los ojos —repitió el principito para acordarse.
—Lo que hace más importante a tu rosa, es el tiempo que tú has perdido con ella.
—Es el tiempo que yo he perdido con ella... —repitió el principito para recordarlo.

—Los hombres han olvidado esta verdad —dijo el zorro—, pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Tú eres responsable de tu rosa...

—Yo soy responsable de mi rosa... —repitió el principito...

jueves, 24 de junio de 2010

NOCHE DE SAN JUAN


Esta es una fecha en la que numerosas leyendas fantásticas son unánimes al decir que es un período en el que se abren de par en par las invisibles puertas del “otro lado del espejo”: se permite el acceso a grutas y castillos encantados; se liberan de sus prisiones las princesas, braman los dragones, afloran raros espíritus duendiles, las mozas enamoradas sueñan y adivinan quién será el galán que las despose; las plantas venenosas pierden su dañina propiedad y, en cambio, las salutíferas centuplican sus virtudes, el rocío cura ciento y una enfermedades y además hace más hermoso y joven a quien se embadurne todo el cuerpo, los helechos florecen al dar las doce campanadas... y todo esto ya nos viene desde tiempos medievales en la literatura:

Romance del Infante Arnaldos

¡Quién hubiera tal ventura sobre las aguas del mar

como hubo el Infante Arnaldos la mañana de San Juan!

Andando a buscar la caza para su falcón cebar,

vio venir una galera que a tierra quiere llegar;

las velas trae de sedas,

la ejarcia de oro torzal,

áncoras tiene de plata,

tablas de fino coral.

Marinero que la guía,

diciendo viene un cantar,

que la mar ponía en calma,

los vientos hace amainar;

los peces que andan al hondo,

arriba los hace andar;

las aves que van volando,

al mástil vienen posar.

Allí habló el infante Arnaldos,

bien oiréis lo que dirá:

-Por tu vida, el marinero,

digasme ora ese cantar.

Respondióle el marinero,

tal respuesta le fue a dar:

-Yo no digo mi canción

sino a quien conmigo va.

miércoles, 23 de junio de 2010

Los escritores predilectos de Ernesto Sábato

Yo fui un chico solitario, apartado de los juegos y de las travesuras que alegran la vida de los niños. Encerrado en mi cuarto, como detrás de una ventana, por las tardes veía pasar la vida. Y ya desde entonces mi salvación provino del arte. Pasaba las horas tirado en el piso, panza abajo, dibujando con las pinturitas que me compraba mi hermano Pancho. Pero imborrable es el recuerdo de mis primeras lecturas. Fue Pepe, “el loco Sábato”, el que luego se escaparía con un circo, el que me inició en la magia infinita de los libros. Él amaba el teatro, siempre andaba buscando un papel, por modesto que fuera, para poder actuar. Y todos sus ahorros iban a la colección Bambalinas que editaba grandes obras de teatro en pequeñas ediciones populares. Allí conocí a Tolstoi, y la tapa del libro, ilustrada con una troika, está indisolublemente unida en mi alma a la gratitud por aquel escritor que tanto enriqueció mi infancia. Para los 12 años yo ya había leído toda aquella colección que incluía autores de sainetes tanto como autores de la gravedad de Ibsen.

Otra posta en la que encontró reposo mi alma angustiada fue, ya en el Colegio Secundario de La Plata, su Biblioteca. Y lo pongo con mayúscula porque fue un Templo para mí, adonde llegué como un verdadero peregrino. El bibliotecario era como el portero del cielo a quien le es dado abrir las puertas de un mundo prodigioso que venía en volúmenes gastados, y hasta rotosos, que yo luego devoraba en la soledad del cuartito donde vivía, alejado de mi familia, en esas oscuras tardes invernales que ahondan vertiginosamente los pensamientos tristes. Así comenzó mi pasión por la literatura, primero a través de los libros de Salgari y de Julio Verne, y luego, porque un libro lleva inexorablemente a otro, a los más grandes de todos los tiempos, a esos que exploran los abismos del corazón del hombre, y lo rescatan, y lo moldean como una fragua.

¡Qué hubiese sido de mí sin los libros! Por la grandeza de los sentimientos, por la actitud desinteresada y utópica ante la vida, me identifiqué, aunque mejor sería decir me enamoré, del Romanticismo alemán, ese movimiento que produjo uno de los grandes momentos de la historia del arte. Y lo hizo paradójicamente cuando la técnica y el capitalismo estaban dando su gran batalla. De nada de lo que hice después, ni de mis luchas ni de las novelas que escribí, ni de mis cuadros ni de los valores que sustentaron mi vida, están ausentes aquellos creadores que forjaron mi alma. Los Bandidos de Schiller, Hölderlin, Oscar Wilde, Baudelaire, Kafka, London, Goethe y Rousseau. Con el tiempo descubrí a los nórdicos, Ibsen, Stringberg, y a los trágicos rusos que tanto me influyeron: Dostoievski, Tolstoi, Gogol; hasta el Mío Cid y el gran Quijote. Obras a las que una vez y otra vuelvo como quien regresa a una tierra añorada en el exilio donde acontecieron hechos fundamentales de su vida.

Como se puede apreciar en las montañas las distintas eras por las que atravesó la tierra, observando sus quebradas, así, los libros que he frecuentado en cada tiempo de mi vida hablan profundamente de lo momentos cruciales por los que atravesé.

Del mismo modo, cuánta ha sido la influencia en la vida de los hombres, en sus sentimientos, de Dickens, de Gorki, Camus, Miguel Hernández, Pavese y Dostoievski, gran profeta, a quien nada menos que Kierkegaard y Freud nombran como su predecesor. Y qué decir de los libros sagrados como el Corán o la Biblia, que han merecido hasta el sacrificio de la vida.

Porque leer no es un pasatiempo; la lectura verdadera es una re-creación. El libro tiene una vida que le da su autor y otra que va naciendo en el encuentro con el alma de cada lector.

Santos Lugares, diciembre 1999

martes, 22 de junio de 2010

De Invierno

En invernales horas, mirad a Carolina.
Medio apelotonada, descansa en el sillón,
envuelta con su abrigo de marta cibelina
y no lejos del fuego que brilla en el salón.

El fino angora blanco junto a ella se reclina,
rozando con su hocico la falda de Aleçón,
no lejos de las jarras de porcelana china
que medio oculta un biombo de seda del Japón.

Con sus sutiles filtros la invade un dulce sueño:
entro, sin hacer ruido: dejo mi abrigo gris;
voy a besar su rostro, rosado y halagüeño

como una rosa roja que fuera flor de lis.
Abre los ojos; mírame con su mirar risueño,
y en tanto cae la nieve del cielo de París.


Rubén Darío

lunes, 21 de junio de 2010

El pequeño universo


¿Viajar? ¿Y para qué? El que anhela viajar
nunca verá la tierra, ni los cielos, ni el mar...

Será un ciego, mendigo de verdad. Su mirada
pasará por las cosas sin saber nunca nada.

Yo sé que entre las cuatro paredes de mi huerto
tengo encerradas todas las verdades del mundo:
el pasado brumoso y el porvenir incierto.
Mi huerto es un pequeño universo profundo.

Yo siento las más altas leyes del universo
en la hoja que cae y en el agua que juega...
La santa vida todas sus verdades me entrega
y yo no le doy nada más que mi pobre verso...

Ni la gloria, ni el oro, ni la carne, ni el mundo.
Mi huerto es un pequeño universo profundo.

Daniel de la Vega
(1892 - 1971)

viernes, 18 de junio de 2010


"Somos la memoria que tenemos
y la responsabilidad que asumimos,
sin memoria no existimos
y sin responsabilidad
quizá no merezcamos existir."


José Saramago (1922 - 2010)

jueves, 17 de junio de 2010

El abuelo Víctor


Sentado en el quicio de la puerta
el pitillo apagado entre los labios
con la boina calada y en la mano
una bara nerviosa de avellano
que recuerda su frente, limpia y clara
Quizás la primavera deshojada
el olor de la pólvora mojada
o el sabor del carbón mientras picaba
El abuelo fue picador allá en la mina
y arrancando negro carbón quemó su vida

Se ha sentado el abuelo en la escalera
a esperar el tibio sol de madrugada
la mirada clavada en la montaña
es su amiga más fiel nunca le engaña
Temblorosa la mano va al bolsillo
rebuscando el tabaco y su librito
y al final como siempre murmurando
que María le esconde su tabaco

El abuelo fue picador allá en la mina
y arrancando negro carbón quemó su vida

canta Víctor Manuel

miércoles, 16 de junio de 2010

Balada interior


El corazón
que tenía en la escuela
donde estuvo pintada
la cartilla primera,
¿está en ti,
noche negra?

(Frío, frío,
como el agua
del río)

El primer beso
que supo a beso y fue
para mis labios niños
como la lluvia fresca,
¿está en ti,
noche negra?

(Frío, frío,
como el agua
del río)

Mi primer verso.
La niña de las trenzas
que miraba de frente,
¿está en ti,
noche negra?

(Frío, frío,
como el agua
del río.)

Pero mi corazón
roído de culebras,
el que estuvo colgado
del árbol de la ciencia,
¿está en ti,
noche negra?

(Caliente, caliente,
como el agua
de la fuente.)

Mi amor errante,
castillo sin firmeza,
de sombras enmohecidas,
¿está en ti.,
noche negra?

(Caliente, caliente,
como el agua
de la fuente.)

¡Oh gran dolor!
Admites en tu cueva
nada más que la sombra.
¿Es cierto,
noche negra?

(Caliente, caliente,
como el agua
de la fuente.)

¡Oh corazón perdido!
¡Requiem aeternam!

Federico García Lorca

lunes, 14 de junio de 2010

Ausencia


Habré de levantar la vasta vida
que aún ahora es tu espejo:
cada mañana habré de reconstruirla.
Desde que te alejaste,
cuántos lugares se han tornado vanos
y sin sentido, iguales
a luces en el día.
Tardes que fueron nicho de tu imagen,
músicas en que siempre me aguardabas,
palabras de aquel tiempo,
yo tendré que quebrarlas con mis manos.
¿En qué hondonada esconderé mi alma
para que no vea tu ausencia
que como un sol terrible, sin ocaso,
brilla definitiva y despiadada?
Tu ausencia me rodea
como la cuerda a la garganta,
el mar al que se hunde.

Jorge Luis Borges
Buenos Aires, 24 de agosto de 1899 – Ginebra, 14 de junio de 1986

lunes, 7 de junio de 2010

Como tú


Así es mi vida,
piedra,
como tú. Como tú,
piedra pequeña;
como tú,
piedra ligera;
como tú,
canto que ruedas
por las calzadas
y por las veredas;


como tú,
guijarro humilde de las carreteras;
como tú,
que en días de tormenta
te hundes
en el cieno de la tierra
y luego
centelleas
bajo los cascos
y bajo las ruedas;
como tú, que no has servido
para ser ni piedra
de una lonja,
ni piedra de una audiencia,
ni piedra de un palacio,
ni piedra de una iglesia;
como tú,
piedra aventurera;
como tú,
que tal vez estás hecha
sólo para una honda,
piedra pequeña
y
ligera...

León Felipe

viernes, 4 de junio de 2010

Vencidos


Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.

Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura,
y va ocioso el caballero, sin peto y sin espaldar,
va cargado de amargura,
que allá encontró sepultura
su amoroso batallar.
Va cargado de amargura,
que allá «quedó su ventura»
en la playa de Barcino, frente al mar.

Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.
Va cargado de amargura,
va, vencido, el caballero de retorno a su lugar.

¡Cuántas veces, Don Quijote, por esa misma llanura,
en horas de desaliento así te miro pasar!
¡Y cuántas veces te grito: Hazme un sitio en tu montura
y llévame a tu lugar;
hazme un sitio en tu montura,
caballero derrotado, hazme un sitio en tu montura
que yo también voy cargado
de amargura
y no puedo batallar!

Ponme a la grupa contigo,
caballero del honor,
ponme a la grupa contigo,
y llévame a ser contigo
pastor.

Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar...

León Felipe (jun. 1884 - set. 1968)

jueves, 3 de junio de 2010

Canción otoñal


Hoy siento en el corazón
un vago temblor de estrellas,
pero mi senda se pierde
en el alma de la niebla.
La luz me troncha las alas
y el dolor de mi tristeza
va mojando los recuerdos
en la fuente de la idea.

Todas las rosas son blancas,
tan blancas como mi pena,
y no son las rosas blancas,
que ha nevado sobre ellas.
Antes tuvieron el iris.
También sobre el alma nieva.
La nieve del alma tiene
copos de besos y escenas
que se hundieron en la sombra
o en la luz del que las piensa.

La nieve cae de las rosas,
pero la del alma queda,
y la garra de los años
hace un sudario con ellas.

¿Se deshelará la nieve
cuando la muerte nos lleva?
¿O después habrá otra nieve
y otras rosas más perfectas?
¿Será la paz con nosotros
como Cristo nos enseña?
¿O nunca será posible
la solución del problema?

¿Y si el amor nos engaña?
¿Quién la vida nos alienta
si el crepúsculo nos hunde
en la verdadera ciencia
del Bien que quizá no exista,
y del Mal que late cerca?

¿Si la esperanza se apaga
y la Babel se comienza,
qué antorcha iluminará
los caminos en la Tierra?

¿Si el azul es un ensueño,
qué será de la inocencia?
¿Qué será del corazón
si el Amor no tiene flechas?

¿Y si la muerte es la muerte,
qué será de los poetas
y de las cosas dormidas
que ya nadie las recuerda?
¡Oh sol de las esperanzas!
¡Agua clara! ¡Luna nueva!
¡Corazones de los niños!
¡Almas rudas de las piedras!
Hoy siento en el corazón
un vago temblor de estrellas
y todas las rosas son
tan blancas como mi pena.

Federico García Lorca
(junio 1898 - agosto 1936)

miércoles, 2 de junio de 2010

Cavilando


¡Qué porquera es la vida! ¡Puro dirse'n amagos!
Nos pasamos los años enfrenando esperansas,
que soltamos despiadas, a lo largo'el camino,
sin poder apariarnos a la dicha desiada.

Cuando semos gurises, de ganosos por criarnos
pa ser libres y dirnos po'ande quieran las ganas,
nos parece qu'el tiempo march'a tranco'e tortuga
y que nunca yegamos a la edá'mbicionada.

Pero dispués de mosos ya risulta distinto.
Los quereres comiensan'abrir brocas en'l'alma.
y un'angurria tan grande de vivirlos nos dentra
que cuasi no d'abasto la ración d'esperansas.

Y de aflitos que andamos por agenciar la dicha
ni sentimos los días, que de galope se alsan,
yevándose'n su juida promesas ya dijuntas
que se nos despintaron al dirnos a orejiarlas...

Hasta que un redepente nos encontramos viejos
y hayamos que jué un soplo la mocedá pasada;
que los deseos duraron lo que una brasa'e ceibo;
que jueron nuestros sueños como la espuma en'l'agua.

Y entonce'comprendemos qu'hemos andao al ñudo,
aplastando el matungo, mochando las rodajas,
sin conseguir más nada que una cansera bruta
y una runfla'e ricuerdos p'amargarnos el alma.

Y queremos dar güelta, ser gurises de nuevo;
pero ya no podemos pegar la reculada;
hay que seguir pa'elante, metiéndole sidera,
aunque las juersas mermen y ya la fe'sté gasta...

¡Qué porquera es la vida! ¡Puro dirse'n amagos!
Nos pasamos los años enfrenando esperansas
pa campiar una dicha que, dejuro por hembra,
¡más matrera se pone cuanti más es desiada!

Serafín J. García (jun. 1905 - abr. 1985)