viernes, 15 de noviembre de 2024

Libre te quiero

Octubre y jacarandá / Olga Blinder.

Libre te quiero,
como arroyo que brinca
de peña en peña.
Pero no mía.
Grande te quiero,
como monte preñado
de primavera.
Pero no mía.
Buena te quiero,
como pan que no sabe
su masa buena.
Pero no mía.
Alta te quiero,
como chopo que en el cielo
se despereza.
Pero no mía.
Blanca te quiero,
como flor de azahares
sobre la tierra.
Pero no mía.
Pero no mía
ni de Dios ni de nadie
ni tuya siquiera.

 Agustín García Calvo

viernes, 8 de noviembre de 2024

Accidentes nocturnos



Palabras minuciosas, si te acuestas
te comunican sus preocupaciones.
Los árboles y el viento te argumentan
juntos diciéndote lo irrefutable
y hasta es posible que aparezca un grillo
que en medio del desvelo de tu noche
cante para indicarte tus errores.
Si cae un aguacero, va a decirte
cosas finas, que punzan y te dejan
el alma, ay, como un alfiletero.
Sólo abrirte a la música te salva:
ella, la necesaria, te remite
un poco menos árida a la almohada,
suave delfín dispuesto a acompañarte,
lejos de agobios y reconvenciones,
entre los raros mapas de la noche.
Juega a acertar las sílabas precisas
que suenen como notas, como gloria,
que acepte ella para que te acunen,
y suplan los destrozos de los días.

Ida Vitale

viernes, 1 de noviembre de 2024

Cuando me vaya


Dejaré un silencio en el recuerdo,
sonidos de una voz que fue muy joven,
y un aroma de sándalo y cipreses
para que no me olvides.
Y ahora, cuando el sol desaparece,
y hay promesa de una noche clara,
las estrellas se esconden
y están muertas de tanta nívea luz.
Dejaré abierta la ventana.
Un gorrión divulgará mi huida,
y un frescor de mañana
anunciará mi marcha,
con trémula voz para llamarte.
Cuando me vaya
perderé las praderas,
los bosques encendidos de noviembre,
el verde del jardín en primavera,
la tenue luz de los planetas,
la sonrisa de un niño,
el calor de un amigo,
lágrimas de dolor por los caminos
que transité tan alta,
la caricia de un perro
que dio fuego a mis manos.
Cuando me vaya
habré perdido tantas cosas,
que creceré en trigal
por no morirme.

Mari Luz Escribano

viernes, 25 de octubre de 2024

La memoria


Orfila Bardesio - Anáforas

La historia no registra el pan crucificado,
el rey sin arcoíris, los niños, de colores,
quebrados por el crimen,
las batallas de encinares
contra el acero enemigo,
las hormigas vencidas por el peso.
No registra la nave
que arrastra su deriva
en aguas extensas
sin encontrar el puerto
que los mapas aseguran,
no registra las águilas perdidas
en el humo sin luz,
la catedral secreta de los pobres
sólo de llanto adornada.
Porque la historia
es la memoria del Olvido.
En el silencio de la tierra los metales
se mueven al ritmo de un corazón
de llamas no escuchadas:
cuando desprende una hoja sonora
en las semillas empiezan cipreses,
el musgo guarda sus números
con igual cuidado que la profundidad
a los abismos
-Bajo las risas,
los siglos, las burlas-.
Cuando caen sus heridas,
el mar escribe libros en el mundo.
Cuando su voz levanta llamados
a los que responden desiertos,
todos los ciervos muerden hierba.
Cuando, para nadie, corren sus lágrimas
por las soledades,
la pesantez se arrepiente en los cuerpos,
se celebra una fiesta: el aire.
Cuando -como si nada hubiera pasado-,
sonríe a sus hermanos con luz de fruto,
resplandecen aves en el hielo.

Orfila Bardesio

viernes, 18 de octubre de 2024

Carta

Carta de Miguel Hernández a Josefina Manresa. [Alicante. Reformatorio de Adultos, 1942] | Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes


Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra,
que yo te escribiré.

Cuando te voy a escribir
se emocionan los tinteros:
los negros tinteros fríos
se ponen rojos y trémulos,
y un claro calor humano
sube desde el fondo negro.
Cuando te voy a escribir,
te van a escribir mis huesos:
te escribo con la imborrable
tinta de mi sentimiento.

Allá va mi carta cálida
paloma forjada al fuego,
con las dos alas plegadas
y la dirección en medio.
Ave que sólo persigue,
para nido y aire y cielo,
carne, manos, ojos tuyos,
y el espacio de tu aliento....
Ayer se quedó una carta
abandonada y sin dueño,
volando sobre los ojos
de alguien que perdió su cuerpo.
Cartas que se quedan vivas
hablando para los muertos:
papel anhelante, humano,
sin ojos que puedan serlo.

Mientras los colmillos crecen,
cada vez más cerca siento
la leve voz de tu carta
igual que un clamor inmenso.
La recibiré dormido,
si no es posible despierto.
Y mis heridas serán
los derramados tinteros,
las bocas estremecidas
de rememorar tus besos,
y con su inaudita voz
han de repetir: te quiero.

Miguel Hernández


viernes, 11 de octubre de 2024

Vuelvo otra vez

Ibero Gutiérrez, Obra sin título y sin fecha.  100 x 80 cm.  Óleo sobre cartón.

Vuelvo otra vez
reanudo el paso
aprieto el tiempo que no cede
ante la fugacidad de todo esto
Yo lo sé también y digo,
echarán sobre mi túnica suertes
y se las disputarán
Mi foto quedará mohína
mi foto quedará amarilla sobre el césped.
mis letras en un bronce, entre cipreses.

Ibero Gutiérrez

viernes, 4 de octubre de 2024

Cuando lloro...



Cuando lloro parece que llorara/ junto a mi lado Dios y no lo veo.
Sueño para soñarlo y no lo sueño. / Callo para escucharlo y no lo oigo.
Acaso es la mirada de mi madre,/ o el recuerdo de mi padre muerto
o es esta pena que me duele tanto./ Mi fatigado corazón te espera
en las ruinosas sombras de la muerte/ y ha de llorar el día que te vea.
La casa del jazmín, la vieja casa./ No existe ya, tal vez no haya existido.
Era un trozo de amor. No era una casa./ Yo no imagino, no puedo imaginar
que se hayan desatado sus paredes/ de aquel temblor de Dios que las llenaba,
de aquella juventud que les ponía/una luz milagrosa en las entrañas.
Sobre el piso de tabla, madera de ilusión/ hoy mi nostalgia me va buscando a gritos
sin encontrar siquiera ni una araña./ La casa del jazmín, la vieja casa.

Carlos Flores Mora