¡Serenidad, serenidad!, escucha,mi voz grave y dolida,
la voz hecha de angustia y amargura
infinita.
Estréchame en tus brazos y haz que el viento
se lleve mis melancolías.
Déjame el alma limpia de inquietudes,
como una primavera florecida
de soles, de capullos, de canciones,
de arrullos y de risas…
¡Serenidad, serenidad!. Mírame hondo
con tus claras pupilas!
Ana María Martínez Sagi
jueves, 19 de septiembre de 2024
Serenidad
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