viernes, 7 de febrero de 2020

Hora


Me acordaré de ti
todas las noches a las once!...

En la plaza sin luna de tu ausencia
pronunciaré tu nombre
con el mismo temblor del primer día
todas las noches, a las once!...

Y aunque esté en un café, o en un teatro
o en un duelo, sin que nadie me importe,
te llamaré -subasta de mi pena-
todas las noches a las once...

Y si la gente   -¡qué importa la gente!-
no sabe, no comprende, no conoce
lo que es el amor, que aprenda de mis labios
todas las noches a las once...

Que cariño que no es nube, ni melindre,
sino sangre, canción, olvido y monte...
Se quiere así, gritándolo a los vientos,
todas las noches a las once...

Y un día llegará -que Dios me oiga!-
que cuando vaya a pronunciar tu nombre,
tú estés bajo la lluvia de mis besos
a las diez, a las once y a las doce.